En el marco mundial, se celebra cada 26 de enero el Día Internacional de la Educación Ambiental.
Este año se conmemora su 53º aniversario desde su inauguración oficial durante la Conferencia de Estocolmo, celebrada por las Naciones Unidas en 1972.
Con la inauguración de esta efeméride, se busca promover la ecología y preservar nuestros hábitats naturales, reconociendo que el objetivo no es solo desarrollar acciones en contra del cambio climático como seres biológicos, sino también reconocer el papel vital que juega la educación ambiental en crear una cultura sensible a los efectos dañinos de las actividades humanas sobre la Tierra.
Una vez más, como cada año, la República Dominicana alza su bandera de solidaridad hacia esta causa que lucha por generaciones más conscientes de su entorno y su sostenibilidad.
Este año, el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MIMARENAS), junto con diversas organizaciones no gubernamentales y académicas, llevará a cabo una jornada educativa de concienciación, entre las que se incluye el Encuentro de Educadores y Facilitadores sobre el Uso de Herramientas de Educación Ambiental, auspiciado y con sede en el Acuario Nacional.
El evento busca reunir a más de 100 participantes, incluyendo educadores, facilitadores y estudiantes del nivel secundario, quienes tendrán la oportunidad de presentar sus propuestas y opiniones sobre el estado actual del país en cuanto a la preservación de los recursos naturales, las problemáticas ambientales y mejores vías de acceso a la educación en estos temas.
La celebración del Día Mundial de la Educación Ambiental se extiende desde Suecia-Estocolmo hasta Serbia, donde en 1975 se llevó a cabo el primer Seminario Internacional de la Educación Ambiental y se publicó la denominada Carta de Belgrado. Este documento recoge los principales objetivos y directrices que resumen qué es y cuál es la finalidad de la educación ambiental a nivel mundial.
Entre sus premisas más importantes, se destaca que la educación ambiental «es absolutamente vital que todos los ciudadanos del mundo insistan en medidas que apoyen un tipo de crecimiento económico que no tenga repercusiones perjudiciales para las personas, para su ambiente, ni para sus condiciones de vida».
Además, que «necesitamos una nueva ética global, una ética de los individuos y de la sociedad que correspondan al lugar del hombre en la biosfera».
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