Un informe de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD) revela una alarmante realidad: más de la mitad de las tierras agrícolas del planeta ya están afectadas por la degradación. En un contexto de crisis climática, crecimiento poblacional y escasez de agua, el estudio llama a una transformación urgente en la forma en que usamos y protegemos el suelo.
La publicación, titulada “La Tierra en Cifras”, presenta datos que muestran cómo el capital natural del mundo —el suelo— está al borde del colapso.
Desde 1961, la superficie de tierra cultivable disponible por persona ha disminuido en más de la mitad, y para 2050 se necesitará aumentar en un 70% la producción mundial de alimentos para abastecer a una población estimada de 9,000 millones de personas.
“La tierra es el recurso más valioso que tenemos. Alimenta a nuestras familias, regula el clima y sostiene nuestra economía. Sin embargo, su deterioro avanza sin control”, alertó Monique Barbut, secretaria ejecutiva de la UNCCD.
El informe denuncia que en los últimos 100 años se ha perdido el 75% de la diversidad genética agrícola, y que más de un tercio de la tierra cultivable se ha erosionado de forma irreversible. Esto ha llevado a una situación límite en regiones como África y América Latina, donde se estima que hasta el 50% de las tierras agrícolas podrían quedar inutilizables por la desertificación en las próximas décadas.
Además, el 60% de los servicios ecosistémicos están degradados, lo que incrementa la frecuencia e intensidad de fenómenos como sequías, inundaciones y deslaves.
Además, el 70% del agua potable mundial se usa para la agricultura, y la escasez se agrava: más de 2,800 millones de personas viven en regiones con estrés hídrico. Según el informe, para el año 2050, hasta dos tercios de la población mundial podrían sufrir las consecuencias de una gestión insostenible del recurso.
La UNCCD propone una meta concreta: alcanzar la “neutralidad en la degradación de la tierra”. Esto implica que la cantidad de tierras sanas no disminuya, sino que se mantenga o incluso aumente gracias a prácticas de gestión sostenible, restauración ecológica y agricultura regenerativa.
Ejemplos exitosos ya existen. En Kenia, 60,000 pequeños agricultores aumentaron sus cosechas en un 20% y redujeron emisiones de carbono gracias a técnicas de cultivo sostenibles. En el Sahel africano, 5 millones de hectáreas degradadas fueron recuperadas con métodos tradicionales como la regeneración natural asistida por campesinos.