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Aislados vivimos y aislados sufrimos 

Cuatro paredes. Luz artificial. Aire filtrado. Todo limpio. Al salir de la caja, camino sobre concreto, seco, humeante. A mi alrededor, veo bloques que cubren el horizonte, un eclipse eterno que me refugia de lo desconocido. De repente, algo toca mi brazo. Grito. Se siente pequeño. No lo quiero cerca, no lo quiero conmigo, no quiero ni verlo. Golpeo con desesperación, quítenme esta impureza de encima. Finalmente, alguien me ayuda, mi salvador, ha quitado de mí aquello que no merece ser, lo sucio, inmundo, nauseabundo y horroroso : un insecto. O tal vez otra pequeña criatura, como un ave. Unas horas después de este temible encuentro, tomo mi teléfono. Abro Instagram. Publico en mi story: “¡Salvemos el medio ambiente!” 

Esto ocurre cientos -miles- de veces todos los días. En las escuelas se habla sobre la importancia del medio ambiente, de la naturaleza. En las noticias, se reportan los efectos del cambio climático. En los discursos, los políticos hablan sobre la importancia de proteger los recursos naturales del país. El discurso ambiental es más popular que nunca, pero las acciones van en dirección opuesta. En el instante que este sujeto proverbial sabe de la existencia de alguna criatura a su alrededor, no anhela nada más que destruirla, purgarla del mundo que le pertenece. En estos días todos hemos escuchado las noticias ambientales en el país, y a pesar de eso, la mayoría no hace nada, incluso se rehúsa a tomar las pequeñas acciones personales que en conjunto podrían lograr algo. En resumen, como sociedad, no nos importa el medio ambiente o la naturaleza, todo lo contrario. Lo natural es rechazado y visto como asqueroso, a raíz de miedo, disgusto, y odio. 

¿Por qué temer y odiar tanto aquello que es tan natural como nuestra propia existencia, a quien incluso se la debemos? No es un secreto que vivimos en total separación de la naturaleza. Nuestros trabajos, pasatiempos, lugares de reposo, todos son refugios donde termina el alcance de la Madre Tierra. Me atrevo a hacer la pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que viste una mariposa? ¿Un cra-cra? 

Las formas en las que nos aislamos del mundo natural son diversas. Nuestras actividades diarias requieren de total atención a constructos humanos como el sistema educativo, los seguros de vida, un nuevo producto que saldrá a la venta. Incluso, el poco tiempo que tenemos fuera, para ir de un lugar a otro, lo pasamos enjaulados en cajas de metal con ruedas. Cada aspecto de la vida contemporánea ha sido optimizado con tal de nunca entrar en contacto con la naturaleza. 

Es ingenuo pensar que este nivel de aislamiento del mundo natural no tiene un efecto sobre el ser humano. Somos animales. Tenemos un corazón, pulmones. Necesitamos comer y respirar como cualquier otra criatura. Somos resultado de un devenir histórico con la naturaleza. Por tanto, aislarnos del mundo natural requiere aislarnos de nosotros mismos. No es posible conectar con nuestra propia humanidad sin conectar con la naturaleza, ya que nace de esta. La narrativa de que el humano es una existencia aparte y superior al mundo natural tiene raíces coloniales y ha sido perpetuada para el detrimento de nuestra calidad de vida, y el futuro de nuestro planeta.  

Lo más interesante es cómo sufrimos por todo esto. Sufrimos de mil formas diferentes, todas tan normalizadas en una existencia urbana y antropocéntrica que se han vuelto invisibles. Sufrimos al perder horas de sueño debido a la luz artificial. Sufrimos al ver un animal más pequeño que nuestro dedo y sentir terror. Sufrimos al escuchar el ruido de los carros sobre el canto de las aves. Sufrimos al respirar aire contaminado. Sufrimos al ignorar la destrucción de nuestro ambiente, lo cual inevitablemente lleva a la nuestra. 

En el 2023, investigadores de la Universidad Shandong, China, encontraron una relación positiva entre la exposición a la luz solar y la salud mental. Por otro lado, en 2016, investigadores australianos descubrieron que la exposición a la naturaleza mayor a 30 minutos por semana tiene efectos positivos en la salud mental y física. Estos son solo dos  de los miles de estudios realizados por las ciencias médicas y sociales explicando y demostrando la necesidad humana de convivir con la naturaleza.  

Los antiguos aztecas veían la naturaleza como algo divino, digno de adoración. Los budistas pensaban que el Buddha podía reencarnar en cualquier criatura, por lo que el respeto a toda la naturaleza era vital. Spinoza, célebre filósofo del siglo XVII, concluyó que “dios” es la naturaleza misma. A pesar de que existen décadas de conocimiento científico y siglos de sabiduría ancestral apuntando a la misma conclusión, continuamos como sociedad creando cada vez más barreras entre nosotros y la naturaleza. 

Sufrimos tanto, ¿y que hacemos para lidiar con ese dolor? ¿Vamos a la raíz del problema con tal de vivir una vida más armoniosa? Muchas personas, al sentirse solas y desconectadas, al encontrarse con situaciones difíciles, en vez de acudir a sus amigos, o familiares, o un terapeuta, deciden desahogarse con Chat GPT, pedirle ayuda, consejos, y consuelo. En vez intentar conectar con otros con tal de sanar esa soledad, toman el camino más rápido, y cómodo que es utilizar una máquina para aislarse aún más. Lo mismo sucede con todas las formas de sufrimiento a las que somos expuestos debido a nuestro maltrato de la naturaleza. 

Para evitar el ruido de los carros, no reducimos el número de vehículos, sino que compramos audífonos con tal de no escuchar nada. Para evitar sentir temor a un insecto, no nos acostumbramos a su existencia, sino que nos enjaulamos entre cuatro paredes. Para evitar respirar aire contaminado, no procuramos dejar de contaminar y purificar el aire, sino que buscamos un aire acondicionado. Todas estas medidas no hacen más que empeorar el problema. 

Creamos sufrimiento al aislarnos de la naturaleza, y con tal de evitar ese mismo sufrimiento, nos aislamos aún más. Es un círculo vicioso. Es por eso que a pesar de que tenemos la expectativa de vida más larga de la historia, los niveles de satisfacción y felicidad, aun en sociedades desarrolladas, son increíblemente bajos.  

Entonces, ¿qué podemos hacer? Todo comienza con la curiosidad. Hasta el más extraño de los insectos es hermoso cuando se le observa con curiosidad. Curiosidad por nosotros mismos, por el mundo a nuestro alrededor. Curiosidad que cuestiona ¿de dónde salen estos juicios y temores? ¿Tienen una base real? Curiosidad que conecta. Curiosidad que sana. 

La naturaleza es tan humana como nosotros, y nosotros, tan naturales como ella. Si queremos verdaderamente vivir, debemos -como sociedad- aceptar la incertidumbre que llega con derribar las paredes que hemos puesto entre nosotros y el resto de la existencia. Debemos reevaluar nuestra relación con el mundo natural. La naturaleza no importa simplemente porque nos beneficia, ni porque de ella salen los recursos que son explotados con fines económicos, ni siquiera porque puede ser hermosa. La naturaleza importa porque existe, porque es de donde venimos, donde estamos, y adónde vamos. 

Lessing Abdías Pérez Calderón 

Licenciado en Lengua y Literatura Orientada a la Educación Secundaria 

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